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Una temporada en el infierno
 

 

¿Cuánto podrán durar las marcas de estas pisadas que tanto parecen molestar a la pulcritud de la duna? ¿Por cuánto tiempo podrá permanecer el testimonio de este deambular sin pretensiones? Nada ciertamente podrá alterar lo que debajo de mis pies se halla. Y sin embargo, por menor que esta huella en el contexto resulte, siempre significará una experiencia inconmensurablemente mayor que toda la que yo pueda acumular en mi mochila. Pues nunca me he quedado a la verdadera merced de este paisaje, nunca he hecho entrega de mi materia para ser borrada por este sol y este viento. Mientras no muera, la experiencia de todos los objetos que frente a mi ahora desfilan, será mucho mayor a la mía, a esta divagación, a este caminar sin perderme nunca por completo.La imagen no es suficiente, jamás la descontextualización de ella respecto a su referente será tan efectiva como para hacer parecer que las experiencias de uno y otro son homologables. Así dejar la imagen sólo para fantasear con ese desprendimiento de la materia primera, del propio cuerpo, de la única sección que nos relaciona con el presente. Morir en parte para hacer esa relación permanente, como ofrenda. Así no una muerte con velo de castigo, sino una con clara amabilidad, que permita ser parte real del entorno.De ese modo este papel lustre devela no sólo la imagen del registro, sino también aquella función redentora de la naturaleza, la que es vincular de forma responsable al objeto introducido con el paisaje, siempre más acogedor que lo que la palabra “desierto” nos sugiere.

 

 

(Fotos de "Una temporada en el infierno" en colectiva "Atlántica", Casa de Los Capitanes, Fotonoviembre - XI Bienal Internacional de Fotografía de Tenerife, España; colectiva "Álbum de Chile" en Centro Cultural La Moneda, Santiago de Chile.)

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